El hígado es el órgano que se encarga de procesar a los AZÚCARES como la GLUCOSA y la  FRUCTOSA. Cuando el hígado se sobrecarga de glucosa, el páncreas comienza a crear INSULINA para almacenar el exceso de energía proveniente de los azúcares en forma de grasa.
Los niveles altos de INSULINA bloquean la señal que indica SACIEDAD al cerebro, lo que provoca que el cerebro piense que se está hambriento.
El resultado de la bioquímica en un cuerpo con obesidad causa cansancio, hambre, gula, pereza, y falta de ejercicio.
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“El azúcar es una toxina hepatotóxica que afecta al hígado dependiendo de la cantidad ingerida e incluso 8 veces más adictivo que la cocaína”
Ciertas fórmulas infantiles las sustituyen con fructosa y sacarosa, especialmente las que son libres de lactosa. La industria de alimentos sabe que en cuanto antes se introducen alimentos con azúcares en la población, será más probable que puedan influirlos en un futuro.
“Si le das a tu bebé desde el inicio alimentos altamente azucarados comenzará a desarrollar adicción hacia ese tipo de alimentos desde una edad temprana”
Los productos “chatarra” se encuentran al alcance de los niños en sus escuelas, supermercados, tiendas, farmacias, y se ubican a 1 metro de altura para facilitar que ellos mismos induzcan a sus padres a comprárselos.
El cambiar el azúcar por endulzantes sin calorías causa también que se libere insulina, por lo que el cuerpo entra en un estado de “hambre” por el aumento de la cantidad de esta hormona.
Estudios muestran que comer menos y ejercitarse más no es la cura correcta para la obesidad. Se trata de un problema bioquímico y publicitario, los productos “light” cambian la receta indicando que son bajos en grasa o bajos en azúcar y mientras tanto aumentan los ingredientes “adictivos” que hacen que regresemos por más, como por ejemplo el azúcar en altas cantidades y también incluso el MSG.