Al café se le ha considerado durante mucho tiempo como un aliado para la pérdida de peso, fundamentalmente porque aporta pocas calorías y activa el metabolismo.

Nuevas investigaciones demuestran lo contrario, al comparar las actividades diarias bebiendo o sin beber café.

El café estimula la producción de cortisol, una hormona relacionada con la respuesta al estrés. El cortisol eleva la presión sanguínea en periodos de estrés y acelera el metabolismo de los hidratos de carbono y de las grasas. Esto significa que optimiza el rendimiento de músculos y células por medio del aumento de glucosa en sangre, lo que provoca un sentimiento de antojo o ansiedad y así tendemos a comer más.

Cuando la situación de estrés termina, los niveles hormonales de cortisol vuelven a la normalidad. En casos en los que se consumen varias tazas de café continuamente, los niveles de cortisol se mantienen más elevados, el cerebro comienza a tomar la glucosa de diferentes fuentes: tejidos, proteínas musculares, ácidos grasos y cerrando la entrada de glucosa a los otros tejidos, lo que produce ¡ACIDIFICACIÓN!

 

Los síntomas relacionados con niveles elevados de cortisol son:

Mentales:

  • Cambios del comportamiento
  • Irritabilidad constante.
  • Sentimientos de ira.
  • Ganas de llorar.

 

Físicos:

  • Cansancio permanente.
  • Dolores de cabeza.
  • Palpitaciones.
  • Hipertensión.
  • Falta de apetito o gula desmesurada.
  • Problemas digestivos.
  • Orina frecuente, diarrea o estreñimiento.
  • Dolores o calambres musculares.
  • Infertilidad e interrupción de la menstruación.
  • Disminución de las defensas.

 

El consumo moderado de café puede tener su efecto beneficioso. Son nuestros hábitos los que mantienen elevados los niveles de cortisol agotando la respuesta natural de las glándulas suprarrenales que nos activan normalmente, generando mayor dependencia a la cafeína como activador artificial.